09 enero 2012

Pancho Villa


Pancho Villa Presidente de México el 18 de enero... tan solo un momento, que no druó más que unos segundos mientras se sento y levantó de la Silla Presidencial.

Todo personaje histórico tiende a ser, sobre todo si es popular, transformado poco a poco en leyenda. Al cabo de un tiempo, y sobre todo cuando desaparecen los testigos oculares que podrían corregir algunas versiones, se crean mitos y anécdotas “históricas” que en su momento se transforman en hechos “comprobados” por su repetición y, sobre todo por la belleza de lo narrado.

Sin lugar a dudas, Pancho Villa es un hombre de ese tipo. Desde su nombre. Todos estamos de acuerdo que se llamaba Doroteo Arango, pero no se sabe, a ciencia cierta, cómo y porqué decidió cambiar a Francisco y/o Pancho Villa. Si el “título” le fue heredado por el jefe de la pandilla de cuatreros a la que pertenecía o si lo obtuvo “legalmente” de su padre o abuelo son misterios que nunca se podrán resolver.

Villa, el héroe

El hecho es que Arango o Villa, era un cuatrero, un delincuente, “roba vacas” como le decían algunos. La Historia quiso ubicarlo en el lugar y el momento adecuado para que se convirtiera en héroe nacional. Nada que ver, evidentemente, con Emiliano Zapata, su “colega”, alter ego o “equivalente” en el sur. Zapata era un campesino real, que buscaba el bienestar de sus pares.

Las circunstancias hicieron que, al iniciarse la revolución, ambos caudillos, que apoyaban a Francisco I. Madero en su lucha contra la reelección de don Porfirio Díaz, entraron a la lucha armada. Eso hizo de ellos unos héroes. Héroes populares, épicos, héroes de nivel mundial. Vaya a donde se vaya, todo mundo conoce, o por lo menos ha oído hablar de Pancho Villa y de Emiliano Zapata.

El segundo sigue vivo en las mentes como líder agrario, como defensor de los oprimidos, como ideólogo de “Tierra y libertad” o "La tierra es de quién la trabaja". Muchas organizaciones populares se refieren a su nombre como signo de identificación. Cuando se manifestaron los indígenas de Chiapas, lo hicieron con el membrete “zapatista”.

Un hombre de revolución

Francisco Villa, si bien no ha inspirado causas tan nobles como las de su compañero de armas, permanece también en la memoria colectiva como un hombre “que no se dejaba”, un luchador social de primera línea, un estratega de altísima calidad, un jefe militar ejemplar. Francisco Villa es el personaje número uno cuando se habla de revolución en el mundo, aún antes que el “Che” Guevara u otros.

Durante la revolución, Zapata y Villa se encontraron en la Ciudad de México. Ahí, unieron fuerzas y determinaron estrategias. Estuvieron en una memorable comida en el aún existente (y famoso) restaurante san Ángel Inn, en el sur de la Ciudad. La foto de aquel banquete circula aún prolíficamente y es bien conocida.

También fueron a Palacio Nacional, la sede del poder ejecutivo federal. Ahí tuvo lugar una anécdota interesante para guardar en la memoria. Entrando al salón presidencial, al despacho del jefe del Estado y del gobierno, Villa y Zapata se toparon con “la” silla. Aquel mueble que simboliza mejor el poder central de nuestro país.

El general Villa no se aguantó. Fue y se sentó. Buen manejador de los medios como siempre lo fue, se mandó sacar una que otra fotografía, como “Presidente de México”.

Zapata, como siempre modesto y humilde, se negó a seguir el ejemplo del Centauro del Norte, aunque éste insistiera en diversas ocasiones. De esta manera, el caudillo del sur nunca fue Presidente de la República, mientras que el dirigente de la División del Norte gozó, de ese privilegio.

Porque se dedicó a asaltar trenes y bancos, saquear negocios, o atentar contra el sistema, repartiendo entre los pobres gran parte de lo robado; por eso era llamado "el amigo de los pobres", y posteriormente, con su actividad revolucionaria, "el general invencible" o "la esperanza de la República india". En pocos años se convirtió en una leyenda viva, el pueblo le componía canciones y poemas, contaba en rumores sus hazañas, exaltando su valentía de héroe romántico. Tanto era su poder que era capaz de alimentar a poblados enteros, desalojados por la dictadura de Porfirio Díaz. Pancho Villa conocía profundamente la miseria en la que vivía el pueblo mexicano, y actuaba en consecuencia; tan activo fue en su compromiso con el pueblo que pasó a formar parte, con los años, de los grandes personajes de la historia de México.

El apoyo de Pancho Villa y su pequeño ejército de tres mil hombres fue fundamental para la victoria de Carranza; por ejemplo en tan solo dos meses logró expulsar del estado de ChihuahuaPancho Villa en Torreón, 1913 a todas las tropas federales. En septiembre de 1913 hacía lo mismo en la ciudad de Torreón. Pancho Villa y su ejército se habían convertido para sus rivales en un coloso sobrenatural, invencible al mando de un ser inmortal. En Noviembre del mismo año, ocupaba ciudad Juárez, pero sin bastantes fuerzas como para vencer. Saca a relucir entonces su astucia, que vemos descrita en el testimonio de periodista norteamericano John Reed, que lo acompañó durante parte de su campaña:

... Villa se encontró con que no disponía de bastantes trenes para transportar a todos sus soldados, aun cuando había tendido una emboscada y capturado un tren de tropas federales, enviado al Sur por el general Castro, comandante federal en Ciudad Juárez. De modo que telegrafió a dicho general, firmando con el nombre del coronel que mandaba las tropas del tren, lo siguiente: "Locomotora descompuesta en Moctezuma. Envíe otra y cinco carros". Castro, sin sospechar, despachó inmediatamente otro tren. Villa le telegrafió entonces: "Alambres cortados entre Chihuahua y este lugar. Se aproximan grandes núcleos de fuerzas rebeldes por el Sur. ¿Qué debo hacer?". Castro contestó: "Vuélvase inmediatamente". Villa obedeció, telegrafiando alegremente desde cada estación que pasaba. El general federal fue informado del viaje hasta como una hora antes de la llegada, que esperó sin avisar siquiera a su guarnición. De tal suerte que, fuera de una pequeña matanza, Villa tomó Ciudad Juárez casi sin disparar un tiro...